Recordareis que hace unos días me caí por la escalera del hotelucho aquél. Hoy pondremos a prueba mi pie y su dedo morado.... Nos vamos a subir por un glaciar.
Al llegar, el guía nos explica como se ponen los crampones, como se usa el piolet y que vamos a hacer una excursión de 5 horas, de las que 3 serán caminando sobre el hielo. Vamos a ver... señor sherpa (es nepalí...). ¿5 horas? Claro, usted no sabe que tengo pupita en un pie y otras partes de mi cuerpo... Tampoco sabe que tengo ya 50 tacos y que aunque estoy exageradamente bien conservado e inmensamente atractivo (¿verdad, Carol?) mi forma física es la que es...
Pues nada, vámonos al hielo... que es aquella lengua que se ve bajar hacia el lago. Lago que es de color turquesa porque el hielo es así.
Para llegar hasta el glaciar hay que coger una barca que te acerca, pero luego aún hay que caminar un buen trozo hasta tocar hielo. Sigo sufriendo por mi pie...
Parece pequeño ¿no? Ampliad la foto y buscad a las personitas caminando por encima...
Hace muy buen día, lo cual permite ir sólo con camiseta e impermeable. El viento sobre el glaciar es muy frío, pero al estar en movimiento no se nota.
El hielo es azul. Parece hasta irreal, porque donde da el sol no se nota tanto y es en la sombra y en los agujeros donde se nota más.
La teoría es sencilla: el pie bien clavado en el suelo y siempre siguiendo la pendiente, nunca de lado. Pero claro... se te entrabanca un pie con otro, pisas la cuerda, el de delante o el de detrás te estira, llevas piolet en una mano y cuerda en la otra, haces fotos, miras hacia atrás...
El glaciar está cubierto de unas cosas negras que no hemos sabido averiguar que eran. A primera vista parece tierra pero tiene textura de chapapote... La parte más espectacular son los agujeros y alguna cuevecita que hay, pero está prohibido meterse, entre otras cosas porque nunca sabes cuando caerá el techo por el deshielo. Y porque vamos atados al guía, que si no...
Después de una par de horas subiendo, no estamos ni a la mitad. Y no por no haber caminado, sino porque es enoooooorme. Hacemos un par de paradas que nos permiten beber algo de agua y comer algo de fruta. Al sherpa le gusta jugarse la vida tontamente, porque saca un termo de té caliente delante de mí y a punto estoy de darle con el piolet para quitárselo...
Nos han dado unos guantes que... dan asquito. Al acabar, los vuelves a echar a un cubo, mojados y con los mocos que, al menos los míos, han ido cogiendo. Son de lana con puntitos de goma para tener agarre y no los han lavado en la puta vida. Eso sí, cuando terminamos la excursión, nos piden qur lavemos los crampones en el río. ¡Que los lavemos nosotros! Jajajajaj Qué chispa tiene el tío...
La bajada es menos cansada que la subida, pero no es fácil. El crampón va siempre en dirección de la pendiente y hay que ir despacio para asegurar los pasos. En algunos sitios muy complicados han tallado algunos peldaños en el hielo que algo ayudan, pero tampoco te creas...
Mi pie ha resistido, pero yo estoy exhausto. Le pido a Ingrid que me deje morir en el glaciar, que así mi cuerpo se conservará bello para siempre, pero no sé que me explica de que si no hemos pagado suplemento de segundo conductor para el coche y bla bla bla. Total, que cogemos a Suzi y buscando algún supermercado para comprar el desayuno de mañana, llegamos hasta el hotel de hoy sin encontrar nada.
Una buena ducha, algo de pan con tomate y embutido que trajimos de contrabando y... a dormzzzzzzzzzz